Las islas Galápagos se encuentran a más de 1.100 kilómetros de la costa de Ecuador en el océano Pacífico. Este ecosistema de fama mundial, conocido como el “laboratorio viviente de la evolución”, es un refugio clave para las especies migratorias. Además, su concentración de especies endémicas (es decir, especies que no se encuentran en ninguna otra región) es una de las más altas del planeta.
Las Galápagos son 19 islas volcánicas aisladas. Gracias a su ubicación remota, estas islas han sido el entorno ideal para la evolución de especies excepcionales, como las iguanas marinas (únicas en el mundo), las especies de pingüinos más septentrionales, y los famosos ruiseñores y pinzones.
Las protecciones terrestres de las Galápagos son bien conocidas. El Parque Nacional Galápagos, que cubre el 97 % de la superficie terrestre de las islas, es hogar de tortugas gigantes, lagartijas de lava y especies características de aves, como los piqueros de patas azules. Las emblemáticas aguas que rodean las islas, situadas en un punto donde convergen varias corrientes oceánicas de importancia, crean una zona de surgencia de agua fría con abundancia de nutrientes, la cual atrae alrededor de 3.000 especies, entre ellas, ballenas, delfines, tiburones, lobos marinos, rayas, tortugas marinas, atunes y peces tropicales. Estos factores también contribuyen a que las islas sean uno de los principales destinos para practicar el buceo.
En la Reserva Marina de Galápagos (RMG), instaurada en 1998 y con una extensión de 133.000 kilómetros cuadrados, se prohíbe realizar actividades extractivas en determinadas áreas, a la vez que se permite la pesca artesanal en otras áreas. Los habitantes de las islas Galápagos dependen de la salud de este ecosistema para la pesca de langostas, meros, atunes y otras especies y para obtener ingresos de una robusta industria turística que se centra en el avistamiento de la vida silvestre, el buceo y el buceo con esnórquel.
A pesar de su abundante riqueza ecológica, las islas Galápagos no son inmunes ante las amenazas globales de pérdida de hábitats y dependen de la salud integral de los océanos. Las fuertes protecciones con las que cuenta la RMG han permitido restablecer poblaciones de peces, pero también han atraído flotas extranjeras que se benefician ilegalmente del éxito de la reserva.
El proyecto Legado para los Océanos de Pew Bertarelli está trabajando con miras a fomentar mayores protecciones para salvaguardar uno de los ecosistemas marinos más emblemáticos del mundo.
Proyecto Legado para los Océanos de Pew Bertarelli
En 2017, The Pew Charitable Trusts y la Fundación Bertarelli dieron inicio conjuntamente al proyecto Legado para los Océanos de Pew Bertarelli, con el objetivo de establecer la primera generación de áreas marinas protegidas de relevancia ecológica del mundo. Estos esfuerzos surgen del trabajo que ambas organizaciones realizaron durante una década para proteger los océanos. Entre ambas, han ayudado a obtener designaciones para salvaguardar más de 8 millones de kilómetros cuadrados (3 millones de millas cuadradas) de océano trabajando junto con socios filantrópicos, grupos indígenas, líderes de la comunidad, funcionarios de gobierno y científicos. Desde 2010, la Fundación Bertarelli ha buscado proteger el océano para las generaciones futuras por medio de la conservación marina y la investigación colaborativa en ciencias marinas.