¿Puede ser sostenible el futuro de las pesquerías del Reino Unido?

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La COVID-19 representa una grave amenaza para el sector de las pesquerías del Reino Unido, una fuente tradicional de trabajo e ingresos para muchas comunidades costeras. Aunque los consumidores siguen vaciando las estanterías de los supermercados y haciendo acopio de productos básicos —incluido el pescado— la perturbación de los lucrativos mercados de la exportación y de la restauración ha provocado una gran disminución de la demanda de pescado capturado por las flotas del Reino Unido, lo que ha dejado muchos buques amarrados a puerto y provocado la suspensión de gran parte de la actividad comercial del sector.

Es probable que esta disrupción —y el daño económico que está provocando— continúe durante un tiempo y se sume a la incertidumbre a la que se enfrenta el sector pesquero desde el Brexit y a las aún no asentadas relaciones entre el Reino Unido y la Unión Europea. Es posible que los principales pilares de la gobernanza que sustenta las actividades del sector pesquero del Reino Unido —el proceso utilizado para decidir cuánto pescado se puede capturar y las normas bajo las que se pueden vender los productos en el extranjero— cambien durante este año a medida que los negociadores de Londres y Bruselas ultimen los detalles de su futura relación económica.

A pesar de la conmoción económica y social prevista provocada por la COVID-19, los confinamientos y el (conflictivo) proceso extremadamente político del Brexit, las lecciones aprendidas de la gestión de pesquerías a nivel global, y en algunos casos muy cercanos a nuestro entorno, muestran que todo el mundo se beneficia cuando la prioridad de los gestores es la sostenibilidad. Ello se debe a que la sostenibilidad conduce a un círculo virtuoso en el que las poblaciones de peces se recuperan, aumentan de tamaño y ofrecen un mayor rendimiento y beneficio a los pescadores.

Sin embargo, cuando los gobiernos evitan mejorar la salud de sus pesquerías sucede lo contrario y la sobrepesca conduce al agotamiento de las poblaciones de peces, lo que acaba por dañar la economía de las comunidades pesqueras. Por lo tanto, los responsables de la toma de decisiones necesitan dar pasos que ayuden al crecimiento de las poblaciones de peces y mantengan la resiliencia de las pesquerías.

La resiliencia es crítica, ya que las pesquerías salvajes dependen de la salud de los ecosistemas naturales para seguir siendo productivas. Para proteger y conservar estos ecosistemas, la gestión responsable y precautoria debería mitigar las inexactitudes de las evaluaciones de los stocks, tener en cuenta las interacciones entre especies y los cambios de los ecosistemas, y proporcionar respuestas políticas predecibles y transparentes a las tendencias o datos cambiantes capaces de permitir a las empresas pesqueras realizar una planificación eficaz.

Estos principios básicos se incorporaron a la política pesquera común (PPC) de la Unión Europea en 2013, en una reforma en la que el Reino Unido tuvo un papel destacado como intermediario. El Reino Unido necesita ahora demostrar al menos el mismo nivel de ambición cuando establezca sus propias políticas pesqueras como estado costero independiente.

Desde 2013, la PPC ha tenido un avance gradual, pero este avance no ha sido lo suficientemente rápido como para cumplir sus propios plazos. Por ejemplo, la Unión Europea aún establece límites de captura por encima de los niveles aconsejados por los científicos y con frecuencia lo hace de acuerdo con países como Noruega, que no es miembro de la UE. La Unión Europea ha progresado en la protección de las poblaciones de peces donde existen datos sólidos, pero permite —y asume grandes riesgos por ello— límites de captura por encima de las recomendaciones científicas cuando el estado de las poblaciones de peces es incierto. Es lo opuesto al "enfoque de precaución" solicitado por la ley internacional y la PPC.

Pero con demasiada frecuencia la gestión de las pesquerías se ha centrado únicamente en ampliar al máximo la extracción de proteína a corto plazo y para una sola especie cada vez, en lugar del funcionamiento a largo plazo de todo el ecosistema. Esta perspectiva a corto plazo, que ignora la productividad pasada de algunas poblaciones de peces, ha conducido a los gestores a centrarse en evitar un mayor colapso de las poblaciones de peces en lugar de restaurarlas a su tamaño anterior, lo cual ha provocado, a su vez, unos cambios bruscos de la productividad mientras las poblaciones en estado de recuperación se sobreexplotan y se desploman de nuevo.

La historia reciente del bacalao del Mar del Norte es un buen ejemplo de cómo no hemos aprendido del todo las lecciones del pasado. Esta población de peces empezó a recuperarse hace una década desde su mínimo histórico, por lo que se dijo a los consumidores que volvieran a comerlo sin remordimientos y se relajaron los controles del cupo. Pero se pescó de forma demasiado agresiva y demasiado pronto, lo cual provocó de nuevo su desplome mientras la presión pesquera aumentaba demasiado, y la población de nuevo descendió por debajo de los límites seguros. Esto, a su vez, condujo a un estricto recorte de cupo este año y a todas las pérdidas económicas asociadas. Otras poblaciones de bacalao en torno al Reino Unido, presionadas por los cambios medioambientales y por su pesca excesivamente agresiva, también están siendo mermadas gravemente.

El gobierno del Reino Unido ha prometido hacerlo mejor una vez que esté fuera de la PPC, con una gestión de pesquerías "líder a nivel mundial" que superaría los fracasos del pasado. Las decisiones que tome este año mientras negocia nuevos marcos de trabajo, junto con los acuerdos de gestión de 2021, pondrán a prueba este compromiso. Aunque todo el mundo está de acuerdo en que las pesquerías necesitan ser sostenibles a largo plazo, los imperativos políticos pueden hacer que las cosas tomen otro rumbo durante las últimas reuniones de diciembre en las que se debaten y acuerdan los cupos del año siguiente. Dentro o fuera de la PPC, estas reuniones —muy politizadas— entre el Reino Unido, la Unión Europea y Noruega muy probablemente seguirán produciéndose cada otoño.

Para alcanzar la gestión de pesquerías estable que evitaría los ciclos de altibajos que hemos observado en las pesquerías europeas, el Reino Unido debería darse cuenta de que la estabilidad va unida a la precaución. No podemos establecer límites de captura a corto plazo al volumen máximo absoluto aconsejado por los científicos, o incluso por encima de ese nivel, año tras año por conveniencia política sin observar costosos desplomes a medio plazo. En lugar de eso, la mejor forma de superar estos riesgos es acordar estrategias de captura que incluyan objetivos vinculantes a largo plazo basados en criterios científicos para todas las poblaciones de peces y cumplirlos.

El sistema de gestión del Reino Unido posterior al Brexit debe construirse a largo plazo, y bajo un enfoque ecosistémico y precautorio. Para ofrecer un suministro estable de alimentos, empleo y medios de vida, la política ha de preservar el funcionamiento de las complejas redes alimentarias marinas evitando los cambios bruscos, especialmente ahora que la productividad ya se está viendo afectada por otras amenazas, como el cambio climático. La COVID-19 nos ha mostrado el efecto tan dañino que puede tener una gran contracción de la demanda en el sector pesquero. La única forma de mitigar futuras conmociones en el suministro es prepararnos ahora con previsión y una gestión muy prudente.

Andrew Clayton es director de proyecto de la campaña Acabar con la sobrepesca en el noroeste de Europa de The Pew Charitable Trusts.